El grito sagrado
- Diego Delgado
- 2 nov 2015
- 2 Min. de lectura
Boca Juniors le ganó 1 a 0 a Tigre y sin depender de nadie se consagró campeón del Torneo de los 30. El miércoles tiene una nueva final frente a Rosario Central.

La ansiedad. La cancha llena. El rival del miércoles por la final de la Copa Argentina jugando a la misma hora. El día por el cual Carlitos Tevez regresó al fútbol argentino y a su primer amor. La supuesta falta de personalidad para enfrentar partidos definitorios. Eran muchos los factores que jugarían a favor y en contra en el partido correspondiente a la fecha 29 del primer torneo largo, después de mucho tiempo.
La clave del triunfo que le permitió gritar campeón a Boca Juniors fue creérsela. Saber y entender que para ser campeón, dependía de sí mismo. Y con el correr de los minutos, el conjunto local entendió su papel. Las dos líneas de 4 diagramadas por el técnico visitante, Gustavo Alfaro, le impedían penetrar con facilidad al Xeneize. Pero esta vez, el local no cometió el error que tuvo varias veces. No se dejó comer por el monstruo de la impaciencia. Boca quería festejar, pero tuvo los pies sobre la tierra y, para llegar a tan hermosa sensación, primero debía sortear al difícil Tigre para no depender de nadie. Por eso, la tranquilidad reinó en el verde césped de la Bombonera. Los jugadores de Victoria, relegados en su campo, le permitían a Boca ser el protagonista y tomar la posta del juego. Lo que tuvo de paciencia, no lo tuvo de eficacia. Los últimos metros eran el principal déficit. Las cosas no cambiaron mucho a partir de los 24’, cuando Giovanni Simeone estampó el 1 a 0 de Banfield sobre Rosario Central. Boca seguía en su juego, pero quizás con menos elaboración. El grito ahogado desde hace 3 años y medio desató la locura a los 41’ del PT, cuando el uruguayo Lodeiro tiró un centro perfecto para que Luciano Monzón pusiera la cabeza y el 1 a 0. Un deja vú de lo que ocurriría 45’ después.
Ya en el ST, Boca había asumido el rol. Jugó como campeón. Tevez estaba encendido y Lodeiro lo seguía en su locura futbolística. El "Chicho" Cubas jugaba como un veterano. Monzón usó el traje de goleador y figura de la tarde y coronó un partidazo. El "Lechuga" Alfaro quemó las naves metiendo a Rincón y a Wilchez, pero Boca ya había salido campeón. Asumió la responsabilidad. La confianza fue el pilar fundamental. Confianza que en gran parte llegó del pie de Carlitos Tevez. Que se la contagió a chicos y grandes del plantel. Que era la pieza que le faltaba al esquema del Vasco, que se emocionó hasta las lágrimas. La República de la Boca volvió a gritar campeón. La fiesta estuvo en la Bombonera. Volvió todo a la normalidad.
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